Un ladrón desesperado por escapar y seguramente frustrado por haber perdido el magro botín, sacó su pistola y disparó contra los vecinos indefensos que habían salido a evitar uno de los tantos robos que ocurren en la zona.
De milagro los vecinos zafaron de las balas. De milagro, nadie respondió los tiros. La muerte se fue para otro lado. Hoy a ninguno le tocaba su turno
Fue este jueves en la noche. Una tormenta generó un apagón general en un gran sector de la ruta 20. Motivados por la oscuridad, los delincuentes salieron en un Fiat Punto diesel de color blanco a acechar y robar por los barrios.
En la recorrida, intentaron sustraer la rueda de un Clio, en medio del diluvio y la oscuridad. Pensaron que nadie los iba a detectar. Pero los vecinos, alertas, salieron a evitar el robo.
Fue en ese momento, cuando en su huida, los delincuentes se transformaron en asesinos, dementes, psicópatas y dispararon su pistola contra personas indefensas.
Por milagro los tiros no dieron a nadie, pero el miedo y la marca de haber estado cerca de la muerte seguramente habrá quedado para siempre en aquellos vecinos.
Los vecinos cuentan que como casi siempre, se llamó a la policía y que la policía no vino hasta que todos se habían ido. Por lo menos media hora después, pese a tener una comisaría a diez cuadras.
Los vecinos siguen sin entender la falta de protección e indefensión en la que se encuentran.
Los vecinos no entienden como pasan los años y los delincuentes siguen acechando, robando, destruyendo, circulando armados por toda la ciudad, sin que las autoridades logren siquiera organizar un plan eficaz, una política pública eficiente para detenerlos.
Sigue la desinformación y la falta de estadísticas confiables. Los delincuentes siguen entrando y saliendo de las cárceles cada vez más empoderados y dispuestos a todo y con casi nulas posibilidades de reinserción en la sociedad.
La fábrica de delincuentes continúa trabajando día y noche, a todo vapor, en decenas de villas o en barrios marginales en donde miles de niños y jóvenes se han quedado sin familias, sin entornos sanos que los contengan y los guíen. Sin alimento, sin educación, sin deporte, sin proyectos y a merced de los zares de la delincuencia y el narcotráfico.
Las soluciones están al alcance de la mano. La ciencia y la tecnología, la educación, la justicia ya tienen herramientas disponibles para que la inseguridad sea cosa del pasado, pero hace falta que la sociedad esté consciente y dispuesta a implementar una política pública que nos permita vivir en paz con seguridad y Justicia. Amén.